martes, febrero 17

Vino y Fantasmas

Bajo el humo, lo tenue y el silencio de mi habitación, una noche pensé en dormir para nunca más despertar. Cerré mis ojos y escuche gritar a alguien dentro de mí. Un grito de desesperación y angustia que decía: Ayúdenme por favor. Tirado en el piso veía los pequeños pelos de la alfombra que al nivel de mi cabeza se transformaban en pequeños cerros con sombras negras. La música seguía en mis oídos, continuaban los acordes de aquella que me insinuó dormir para siempre... Mi brazo muerto intentó moverse, era difícil, mis lágrimas ya inundaban la habitación y era tarea ardua poder mover mis manos. Pero en un esfuerzo tremendo mi muñeca pudo tomar un lápiz y escribir las siguientes palabras: Necesito ayuda. Era un lápiz de tinta roja sobre un papel pálido de un matemático. Aún recuerdo, luego de poder ponerme en pie, la presencia de 'algo' que no podía ver. Sólo en la esquina donde se encuentran las bisagras de la puerta de mi habitación creí ver algo invisible, algo que movía el aire, una mirada insistente en mí, directo en la esquina de enfrente donde estaba yo. Cerré los ojos y sentí estar en otro lugar, no muy lejos de allí. Los volví a abrir, y de a poco comencé a sentir un leve alivio en mi alma, esa que momentos antes había estado en los mismos mares de la oscuridad, hundida en los torrentes de una imaginación sin límites. Ya sentado en el piso con la mirada fija hacia nada, comencé a pensar, luego a reflexionar y finalmente dormir.

Hacia las 6 de la madrugada desperté con un dolor en el cuello insoportable. La lámpara aún seguía encendida y la atmósfera estaba cargada de un olor pesado... los cigarros tirados en el piso y una botella de vino vacía yacía sobre unos papeles desordenados y un puñado de lápices gastados y sucios. Las enormes y azules cortinas estaban cerradas y el reflejo sobre mi cabeza reflejado en el espejo de cuerpo entero frente a mí pasaba una leve luz azul. Me puse de rodillas y prendí un cigarro. Miré hacia el escritorio donde se encontraban aquellos papeles y decidí alcanzarlos. No pude. La botella dejó caer sus últimas gotas de vino tinto sobre algunas hojas. Tiré mi cabeza hacia atrás apoyándola sobre mi cama y cerré nuevamente los ojos. Esas hojas... esas hojas... eran las únicas palabras que salían de mi mente. Esas hojas... el vino, las hojas blancas, pálidas... dormir, tal vez soñar... ¡las hojas! Mi cuerpo recibió una especie de golpe eléctrico y con la energía que le quedaba a mi cuerpo logré salvar aquellas hojas de la mancha imborrable de ese licor rojo. Caí nuevamente...
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El cigarro que tenía en mi mano se había consumido entero. Sólo alcance a ingerir una sola bocanada de humo antes que el filtro comenzara a churrascarse en mis dedos. La habitación seguía oliendo a tabaco y vino. Habían sido horas intensas, cargadas de emociones que un corazón humano casi puede aguantar. Mi ayuda era innecesaria, pues las emociones no tienen restricciones, las almas no se clasifican en masculinas y femeninas, sino en una sola esencia. Esa es la que había buscado en aquella habitación. Los gritos fueron por causa del alejamiento para con los demás, para con la sociedad, para con los hombres y mis amantes...

Aún extraño aquella protección que sentí alguna vez de ti... Hoy sin embargo, sé que existe otra para encontrar, otra que sepa sentir al alma cuando mira a los ojos, o abraza con fuerza y delicadeza tu cuerpo... Aún aquí, te espero.

3 comentarios:

  1. Mi amigo Hamlet,

    si supieras como me has marcado con tu texto, ese sentimiento de solicitud de ayuda,
    ese dolor insoportable, pero lo más importante es que experimentarás que la fuerza
    esta dentro nuestro, y al escribir "ayúdame" tu esencia ( tu alma ) salió como valiente
    guerrero en tu defensa,

    escribes de maravilla,

    Maribel.

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  2. Gracias Maribel... debo confesar que he sentido miedo a veces al escribir.. y dejar que mis temores o mis más íntimas reflexiones salgan a la luz... quizás deba sólo dejar que mi mano lo haga y ya.

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  3. Cuando necesitas ayuda a gritos te encuentras sospechosamente sólo, cuando quieres escribir no encuentras las hojasm o lo que es peor, las palabras, cuando necesitas levantarte, el cuerpo yace inerte y no te responde... ante esta situación sólo puede echar mano uno del vino y de los fantasmas. Un saludo.

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